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5 estrategias respaldadas por la ciencia para trabajar bajo presión

¿Se siente la presión? A los emprendedores los desafíos los encuentran, sin mucha necesidad de buscarlos. Por ello, no es raro tener que hacerse cargo de muchas situaciones complejas al mismo tiempo. Así que fallar en momentos cúspides es una experiencia casi universal. No obstante, puede prevenirse si se emplean las estrategias adecuadas para manejarlo todo.

No pienses demasiado

Cuando intentas dar lo mejor de ti, también puedes caer en la trampa de tratar de controlar las cosas que es mejor dejar en tu subconsciente. En una TED Talk de 2017, la científica cognitiva Sian Beilock, que estudia la ansiedad causada por el desempeño laboral, llamó a este fenómeno «parálisis por análisis»: la idea de que tratar de analizar o controlar el rendimiento, en lugar de dejar que suceda, puede hacer que se equivoque en algo que de lo contrario se sentiría natural.

En un estudio, Beilock y sus colegas tomaron novatos y jugadores de fútbol experimentados y les hicieron botar un balón de fútbol mientras realizaban otras tareas cognitivas. Cuando se les pidió que centraran su atención en el pie que pateaba la pelota, mejoraron las habilidades de los novatos. Pero para los jugadores experimentados, cuyas habilidades ya se habían vuelto automáticas, su regate era «más lento y más propenso a errores». «Cuando llamamos su atención a los detalles paso a paso de lo que estaban haciendo, todo fue peor», dijo Beilock. En otras palabras: solo hazlo, no pienses.

Practicar bajo presión

Una situación que se presenta frecuentemente entre los estudiantes es que, a pesar de realizar todos los exámenes de práctica en su guía de estudio, olvidan más de algún tema una vez que se sienta para realizar un examen de verdad. A este fenómeno los investigadores lo llaman aprendizaje dependiente del estado.

«El aprendizaje dependiente del estado significa esencialmente que cuando aprendes algo mientras tu cerebro está en un estado químico, lo recuerdas mejor en el mismo estado químico», explica Daramus. Dado que la mayoría de las personas estudian o ensayan en un ambiente tranquilo, no están corriendo con el mismo cortisol y adrenalina que están presentes el día de la vida real. Programar tu práctica o hacerlo frente a una audiencia son dos formas de imitar las circunstancias a las que te enfrentarás cuando el momento de la verdad llegue.

Imagina que ya has ganado

Presta atención a cómo estás evolucionando en la situación actual: ¿Tienes algo que ganar o perder?

En un estudio reciente publicado en la revista Social Cognitive and Afective Neuroscience, los investigadores pidieron a los participantes que jugaran un juego de computadora por dinero. Como se podría esperar, cuanto mayor fue el premio ofrecido, más probabilidades había que los jugadores sucumbieran a la presión. No obstante, cuando los investigadores cambiaron las normas del juego, para que los participantes conservaran el dinero al pasar cada nivel, en vez de ganarlo, las tasas de fallo disminuyeron radicalmente.

Convencerse que todo está bajo control

Independientemente del contexto, las personas que creen que tienen la capacidad de influir en lo que les sucede (llamada «creencias de control») tienden a tener un mejor desempeño en una tarea determinada. En un estudio en el que se pidió a jugadores de fútbol que realizaran tiros de penal, los participantes con creencias de alto control sobre su capacidad para anotar lograron apuntar sus tiros de manera más óptima que aquellos con creencias de bajo control.

Puede parecer simplista decir que cambiar su perspectiva cambiará su rendimiento, pero es una técnica psicológica bien conocida llamada reencuadre cognitivo, y se ha demostrado que es eficaz para reducir las emociones como la ansiedad o la frustración que llevan a la asfixia profesional, dice el psicólogo Marc Jones , profesor de la Universidad Metropolitana de Manchester en el Reino Unido

Darse una charla de ánimo

Cambiar la forma en que hablas contigo mismo también puede cambiar tu rendimiento. Los investigadores han planteado la hipótesis de que los pensamientos internos negativos, como el miedo a perder o la vergüenza profunda, pueden provocar respuestas fisiológicas en el cuerpo: un aumento de la tensión muscular, la respiración y la frecuencia cardíaca. Estas cosas, a su vez, conducen a síntomas que matan el rendimiento, como la pérdida de la coordinación muscular, la pérdida de la motricidad fina y la fatiga.

Entonces, ¿cuál es la solución? Jones aconseja reemplazar las afirmaciones negativas con algo positivo o neutral, diciéndote a ti mismo, por ejemplo, «¡Me he estado desempeñando muy bien en el entrenamiento!», En lugar de decirte qué tan ferozmente juega un equipo contrario.

La investigación lo confirma: en un estudio sobre la ansiedad por el rendimiento musical, por ejemplo, un grupo de investigadores descubrió que solo unas pocas sesiones de 90 minutos de terapia cognitiva conductual, centrándose en desafiar los pensamientos negativos y reemplazarlos por pensamientos positivos, mejoraron enormemente la calidad de rendimiento. Por supuesto, desafiar esos pensamientos a medida que ocurren es más fácil decirlo que hacerlo. Pero si vas a practicar lo que sea que estés preparando, no podría hacer daño practicar las charlas de pep – también para no encontrarte, por ejemplo, congelado en un escenario y sin saber cómo moverse adelante.

Implementa estas técnicas para mejorar el manejo de las situaciones de mucha presión y ser más productivo.

*Con información de Sarah Watts Wisniewski

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