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Lo bueno, lo malo y lo desconocido del tele trabajo

Los investigadores de nuestros Laboratorios de Factores Humanos recientemente emprendieron la tarea de entender este fenómeno. ¿El teletrabajo y las videollamadas representan un mayor desafío para nuestro cerebro que las reuniones presenciales? Los estudios sobre el cerebro sugieren que sí.

En los últimos cuatro meses, el trabajo ha cambiado de forma drástica. ¿Pero estos cambios persistirán en el futuro?

Por Jared Spataro, Vicepresidente Corporativo de Microsoft 365

El Work Trend Index de Microsoft explora esta idea combinando las perspectivas de tres fuentes de información: las tendencias en el uso de nuestras herramientas por parte de los clientes; los resultados de una encuesta de Harris Poll a más de dos mil trabajadores a distancia en seis países, y las conclusiones de más de 30 proyectos de investigación realizados en Microsoft que buscan conocer la experiencia de los trabajadores a distancia a través de encuestas, entrevistas, estudios cotidianos, grupos de enfoque, y estudios sobre el cerebro humano.

Nuestro objetivo con estas investigaciones es descubrir los aspectos tanto buenos como malos del teletrabajo para poder acelerar el desarrollo de productos en las áreas adecuadas, predecir cómo cambiará el trabajo en el futuro y ayudar a nuestros clientes a prosperar en este nuevo mundo laboral.

Las ondas cerebrales demuestran que la fatiga causada por las reuniones a distancia es real 

Una de las molestias más comentadas sobre el teletrabajo es que puede ser más difícil o agotador que la colaboración en persona. Los investigadores de nuestros Laboratorios de Factores Humanos recientemente emprendieron la tarea de entender este fenómeno. ¿El teletrabajo y las videollamadas representan un mayor desafío para nuestro cerebro que las reuniones presenciales? Los estudios sobre el cerebro sugieren que sí.   

La colaboración a distancia es más difícil, pero el regreso al trabajo presencial puede llegar a ser igual de difícil 

En uno de los estudios, el equipo de investigación pidió a 13 equipos de dos personas que realizaran juntos tareas similares: una vez en persona y una vez a distancia. Los sujetos del estudio llevaban puesto un dispositivo de EEG que monitoreaba los cambios en las ondas cerebrales. El estudio encontró que la colaboración a distancia es mentalmente más difícil que la colaboración en persona. En específico, los patrones de las ondas cerebrales asociados al estrés y al trabajo excesivo fueron mucho más altos en la colaboración a distancia que en la colaboración en persona. Sin embargo, también descubrieron algo inesperado: si el par trabajaba primero a distancia, sus ondas cerebrales sugerían que les resultaba más difícil trabajar después juntos en persona en la segunda tarea. Aunque se piensa que la conexión social y las estrategias de trabajo que se crean cuando se trabaja en persona se reproducen en un ambiente de trabajo a distancia, no es así. El estudio aportó dos conocimientos importantes: en un mundo que está migrando cada vez más al teletrabajo, las personas encuentran que la colaboración a distancia es mentalmente más difícil; pero también, a medida que regresan a un trabajo presencial más frecuente conforme la pandemia disminuye, pueden sentir que ese trabajo es más difícil que antes del COVID-19. 

Las videollamadas provocan fatiga 

Un segundo estudio encontró que los marcadores de las ondas cerebrales asociados con el trabajo excesivo y el estrés son significativamente más altos en las videollamadas que en el trabajo no relacionado con reuniones, como escribir correos electrónicos. Además, debido a los altos niveles de concentración sostenida, la fatiga comienza a sentirse a los 30-40 minutos de la reunión. Con días llenos de videollamadas, el estrés empieza a sentirse a tan solo dos horas de iniciado el día. El estudio sugiere varios factores que causan esta fatiga por videollamadas: tener que enfocarse continuamente en la pantalla para captar la información relevante y mantenerse participativos; menos señales no verbales, que ayudan a percibir el ambiente de la sala o a saber de quién es turno de hablar, y compartir la pantalla con una vista muy reducida de las personas con las cuales se está interactuando. 

Para ayudar con lo anterior, recomendamos tomar recesos cada dos horas para dejar que el cerebro se “recargue”, limitar las reuniones a 30 minutos o, de ser posible, interrumpir las reuniones largas para tomar recesos breves.

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