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Una renovada cultura de las cafeterías

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El aroma de los granos de café tostados llenaba el aire en una mañana reciente en U Kubistu, una de las cafeterías más elegantes de Bratislava. Es tan popular entre los estudiantes universitarios adictos al Wi-Fi que buscan pasar el rato como entre los profesionales adinerados que buscan un rápido estímulo matutino.

Por: Miroslava Germanova

El amplio atractivo de las cafeterías modernas como U Kubistu, y la más amplia disponibilidad de café de mejor calidad en la capital de Eslovaquia, quizá parezcan predecibles a los residentes urbanos acostumbrados desde hace tiempo a las opciones de cafeína en cada cuadra. Pero, en Bratislava, han guiado un renacimiento de una gran cultura de las cafeterías —interrumpida durante la era comunista, cuando las autoridades trataron de limitar la interacción social— y ha inyectado energía a la adormilada Ciudad Vieja de la capital.

Hace una década, el escenario de las cafeterías de Bratislava era poco notable: Ocultas en los centros comerciales, las cafeterías servían tazas utilitaria de agua caliente preparada sin gracia. Las cafeterías tradicionales en la Ciudad Vieja, como Kaffee Mayer, con su clásico mobiliario de madera oscura y acentos dorados, atraían a turistas interesados principalmente en la historia.

Las primeras cafeterías abrieron en Bratislava en el siglo XVIII, cuando los aristócratas bebían café estilo europeo y vino en salones elegantemente decorados. Podían jugar ajedrez, cartas o billar, y leer los periódicos más recientes. Para el siglo XIX, las clases medias —comerciantes, abogados, doctores y artistas— se les unieron.

«Cada grupo de personas tenía su lugar favorito», dijo Peter Salner, un profesor de etnología en la Universidad Comenius en Bratislava que estudió la historia de las cafeterías de la ciudad. Arriba y abajo del registro social de Bratislava, los residentes podían encontrar lo que Salner llamó «un asilo social», donde podían mezclarse libremente con sus vecinos en público.

El Fach ofrece platos locales de temporada y elegantes muebles blancos. / Foto: Akos Stiller – The New York Times.

Esta cultura de las cafeterías alcanzó su apogeo durante el periodo entre las guerras, cuando estudiantes, escritores y artistas tenían sus cafeterías favoritas donde podían «pelear sobre política», dijo Salner. Algunas cafeterías organizaban conciertos o noches de cabaret.

Ese espacio social desapareció después de la Segunda Guerra Mundial, cuando los gobernantes comunistas de Checoslovaquia no veían con buenos ojos a las redes sociales afuera de las esferas oficiales, y los residentes de Bratislava mayormente bebían su café en casa.

Cuando cayó la Cortina de Hierro en 1989, y después de que Eslovaquia se separó de la República Checa en 1993, los jóvenes pudieron viajar más libremente y experimentar la cultura de las cafeterías al aire libre en Europa Occidental; y muestras de cafés exóticos importados de Latinoamérica y África. Las viejas cafeterías ya no eran lo suficientemente buenas.

«De pronto, la gente empezó a ver al café como algo gourmet», dijo Jan Krekan, dueño de Stur Café en Bratislava. La cafetería de Krekan, inaugurada en 2010, fue la precursora de las modernas cafeterías de Bratislava.

«Quisimos hacer una pequeña revolución de las cafeterías», dijo Krekan, al pasar del modelo de cafetería como escala rápida a la creación de un «tercer lugar», después de la casa y el trabajo, donde los clientes pudieran acudir habitualmente a reunirse con amigos y disfrutan un café decididamente mejor.

Stur, llamada así por Ludovit Stur, a quien se atribuye inventar el idioma eslovaco moderno, abrió en una calle relativamente tranquila en la Ciudad Vieja cerca de la Universidad Comenius. Ofrecía pasteles recién horneados, expreso importado y un lugar libre de humo para que los estudiantes pasaran el rato. Acudieron los profesionales jóvenes, y Stur despegó, inspirando a otros a abrir cafeterías cercanas.

«Las cafeterías han traído vida donde no la había antes», dijo Ludwig Bagin, un actor de 39 años de edad que vive en la Ciudad Vieja. «Cuando me mudé al centro hace 12 años, estaba solo aquí. Hoy, tengo amigos en cada calle de la Ciudad Vieja». El barrio, dijo, se ha vuelto genial y popular de nuevo.

Los cafés modernos han dado paso al renacimiento de una gran cultura de café, que fue interrumpida durante la era comunista, cuando las autoridades trataron de limitar la interacción social. Foto: Akos Stiller – The New York Times.

Muchas cafeterías abren temprano y permanecen abiertas hasta tarde en la noche. Los patios exteriores se llenan rápidamente en las noches cálidas del verano. «Una cafetería se transforma en una bodega de vinos o un bar de noche», dijo Lukas Ondercanin, un periodista de 26 años de edad. «Uno puede sentarse ahí hasta altas horas de la noche, pero sigue siendo mucho más agradable que una taberna».

Él es lo que los residentes locales llaman un «stamgast», un cliente habitual tan leal de una cafetería en particular que se vuelve su anexo social.

«Mi sueño de toda la vida ha sido poder ir a un lugar y que me sirvan lo que quiero sin siquiera pedirlo», dijo Ondercanin, quien ha adoptado Axioma Café como su sitio preferido. Está al lado de su oficina, y los meseros lo saludan por su nombre cuando llega por su expreso matutino o una cerveza en la noche.

Otras cafeterías atraen a clientes habituales organizando pequeñas galerías de arte con exhibiciones rotativas, u ofreciendo un buen sitio para observar a la gente.

«En una cafetería, tengo tiempo para mí misma, mientras simultáneamente observo a la gente a mi alrededor», dijo Maria Halajova, una gerente de relaciones públicas de 29 años de edad que tiene un asiento habitual en el ventanal en Gorila.sk Urban Space en la Ciudad Vieja. «Para mí, pasar el tiempo en una cafetería es como una excursión a través de la humanidad».

Foto: Akos Stiller – The New York Times.

Los bebedores de café eslovacos parecen preferir la atención personal y los menús cuidadosamente elaborados de las cafeterías de la Ciudad Vieja a las grandes cadenas internacionales como Costa o Starbucks.

La gigantesca cadena de cafeterías basada en Seattle, Washington, abrió los primeros dos locales Starbucks en Bratislava apenas hace dos meses, estableciéndose en el deslumbrante centro comercial al lado del río para capitalizar el tráfico a pie de las tiendas en vez de competir con la Ciudad Vieja como destino para ir a tomar un café.

El centro de la ciudad, al parecer, casi está alcanzando la saturación: hay unas 160 cafeterías alrededor de la plaza de la Ciudad Vieja, que ofrecen algo para todos. Fach, en la calle Venturska, tiene platillos de temporada con ingredientes locales y elegantes muebles blancos. Dobre & Dobre, una cafetería más amigable con el presupuesto, tiene una misión social: emplea como meseros y baristas a gente que alguna vez no tuvo hogar. Las mesas de jardín románticamente iluminadas en el recientemente abierto bar y cafetería BARsKDE en la calle Michalska atrae a parejas, mientras que el espacio industrial de hierro y madera de Urban House en la calle Laurinska se llena de tipos artísticos que portan sus laptops y ocupan las largas mesas comunales.

«La cultura de las cafeterías refleja fuertemente la felicidad de la gente, la calidad de vida y el estado de ánimo de la sociedad», dijo Bagin, el actor que vive en la Ciudad Vieja. «Es parte de una filosofía; la gente ha empezado a disfrutar la vida un poco más».

Añadió: «Las cafeterías están enseñando a la gente que está bien solo detenerse un rato y disfrutan el café».

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