La tecnología crece impresionantemente a diario, y con ella han ido surgiendo una variedad de profesiones y oportunidades laborales que se han posicionando como las más demandadas en el mercado laboral actual.

Si bien la implementación de impresoras 3D es relativamente nueva en Guatemala, no solo promete facilitar algunos procesos de trabajo en las industrias, sino también puede especializar otras ramas profesionales aplicadas a esta tecnología. 

Existen universidades que han ido adquiriendo estos equipos con el fin de innovar en materia educativa y práctica profesional; como la Universidad Rafael Landívar con el Centro de Tecnologías Alternativas (CTA) y su elaboración de caretas como protección al COVID-19, o las que maneja la Universidad del Valle de Guatemala empleadas frecuentemente por los alumnos de la facultad de ingeniería. 

La mayor novedad de las impresoras 3D es que permiten trasladar a una maqueta toda idea desarrollada digitalmente. Si bien los precios de las impresoras oscilan entre los 3,000 y los 7,000 quetzales por unidad, estas permiten explotar la creatividad de los profesionales dedicados a la realización de modelos 3D artísticos, mecánicos, industriales y arquitectónicos. 

Según los fabricantes, estas suelen ser herramientas de trabajo más completas y dinámicas al ser precisas y fiables respecto a las impresoras convencionales. Por dicha razón, las universidades han buscado implementar una impresora 3D en sus laboratorios y centros de investigación o desarrollo. 

Es así como de la tecnología y, ahora, la realidad tridimensional propiciada por estas impresoras, continúan emergiendo ramas en el mercado laboral asociados con los negocios de carácter industrial. Tecnología que promete incidir y contribuir en la vida académica y profesional de las personas; como por ejemplo con la fabricación de maquetas universitarias o con la manufacturación de equipo protector de rostro para médicos y servidores públicos.