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Helados sin fronteras y mucho más logran los migrantes Marleny y Elías en Virginia

Marleny, Elías y sus hijos llevan una herencia de valores, conocimientos y espíritu de trabajo que no se derrite.
Elías y Marleny agradecen a sus familias en Guatemala el apoyo para sus emprendimientos de helados, tamales y paches. En síntesis: el amor familiar y a las propias raíces son claves de su éxito.

Gustavo Montenegro | Soymigrante.com

Los helados migrantes Xelajú son el más reciente emprendimiento de Marleny y Elías Rojas, guatemaltecos radicados en Virginia. Y sí, su éxito tiene un ingrediente secreto: el amor.

“Hace 10 años nos mandaron un cumpleaños de mi papá grabado en video en Quetzaltenango. Había pastel, comida y helados artesanales de cubeta. Mi hijo, que entonces tenía 8 años, me dijo: ‘Mami, yo quiero probar esos helados’”, relata Marleny Pérez, migrante guatemalteca radicada en Virginia, Estados Unidos junto con su esposo Elías Rojas.

Avanzan unidos con sus raíces

“Mi papá fabricó y vendió esos helados. También mi abuelo. Yo de niña aprendí cómo prepararlos allá en Cabricán, Quetzaltenango.  Es una receta con unos 70 años de tradición. Pero aquí en Estados Unidos no tenía los ingredientes. Así que me los enviaron desde Quetzaltenango. Mi mamá me los mandó”, relata. 

Para no alargar la historia, aquel antojo de niño le dio un nuevo origen a los Helados Xelajú, un emprendimiento de migrantes guatemaltecos que comenzó con carretillas tradicionales de madera y ahora está por comenzar con su primer carro heladero. “Ya tenemos los permisos sanitarios para poder sacarlo a las calles”, cuenta Elías. “Estamos muy felices de seguir avanzando con un producto tradicional guatemalteco”.

Espíritu emprendedor desde su llegada

Desde su arribo a Estados Unidos, Marleny se trazó una meta: “Pondré un negocio propio. No tenía claro de qué. Pero una vez se dio cuenta que los jueves siempre se le antojaba comer un pache quetzalteco o los sábados, un tamal y no encontraba en ninguna parte. ¡Pero si yo los sé preparar!, dije. Mi mamá me enseñó. Desde niña le ayudé y fui absorbiendo su sabor, mirando cada detalle”. Era el año 2014.

No era fácil empezar porque le hacía falta de todo. No tenía ni las ollas ni todos los ingredientes. Empezó por pedir la receta a su mamá. Luego pidió prestada una olla grande a una amiga. 

“Tenía muchas dudas sobre cómo nos iba a ir. Pero lo intenté. Esa primera vez: ¡Ni alcanzaron! Todos se vendieron. Apenas si  pude probarlos. Desde entonces comencé a elaborar paches y tamales, los seguimos haciendo y hasta vienen de otros Estados a comprarlos”, cuenta la migrante guatemalteca.

«La receta de los helados Xelajú es heredada de mi padre y de mi abuelo, quienes también los fabricaban y vendían en nuestro pueblo. Así que tiene ya casi 70 años de tradición».

El orgullo por lo guatemalteco acompaña a todas partes las carretillas de los helados migrantes Xelajú.

De empleado a tener 15 empleados

Elías Rojas trabajó, casi desde su llegada a Virginia, en construcción. Tenía alguna experiencia pero la clave fue la voluntad de aprender más: «Tuve que aprender mucho, de electricidad, de materiales y acabados», recuerda.

Actualmente tienen una compañía de construcción y remodelaciones: “Nos especializamos en hacer puertas y ventanas de vidrio. Los dos somos propietarios y generamos empleo. Tenemos 15 trabajadores, la mayoría de ellos guatemaltecos”, cuenta Elías quien no olvida que se conoció con Marleny en su pueblo. 

Ella tenía 15 y él 16. Un amor que ha sido la clave para salir adelante. Junto a sus hijos trazan un camino de mucho trabajo y esfuerzo.

«¿Y de dónde trajeron estos helados?»

Sí, esa fue la pregunta que le hicieron unos amigos migrantes de Quetzaltenango, durante las primeras pruebas de los Helados Xelajú. Marleny se había esfozado por seguir la receta, con ingredientes nativos de Guatemala.

“Estos helados los trajimos desde Guatemala. Cruzamos el desierto con ellos y no se nos derritieron”, fue la respuesta humorística que dio Marleni. 

Pero es cierto: desde su natal Cabricán, Quetzaltenango, Marleny,  Elías y sus hijos llevan una herencia de valores, conocimientos y espíritu de trabajo que no se derrite… pero sí se congela con sabor a crema dulce para disfrute de los vecinos de Virginia, en los exquisitos helados de carreta o de su nuevo carrito, cuyo sonido será de marimba.

Una refrescante lección de superación, trabajo y mucha nostalgia por Guatemala.

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