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Emprendiendo con cubetas y trapeadores

Simon Brooks, fundador y director de la empresa Squiffy Clean. / Foto: Jim Wilson – The New York Times.

Un jueves por la noche, en octubre del 2013, Simon Brooks empacó sus pertenencias y condujo hacia el oeste, a Silicon Valley, pensando que iba camino a crear la siguiente aplicación tipo Scrabble, el juego de palabras, a la que llamó Gadzookery.

Por: Eilene Zimmerman

Tenía poco que perder. Brooks debía más sobre su casa en Louisville, Kentucky, de lo que valía. Su matrimonio se había terminado, y había estado trabajando en restaurantes y bares durante dos años, desde que la crisis financiera lo obligó a dejar su empleo como agente hipotecario.

Metí a mis perros y mis maletas en el coche, y manejé a Dojo”, contó Brooks.

Se estaba refiriendo a Hacker Dojo en Silicon Valley, un espacio comunitario para empresas emergentes de tecnología, cuyos miembros (por lo general, las tarifas empiezan en USD 125 mensuales) tienen acceso las 24 horas del día.

El espacio de piratería resultó ser la clave para su nueva empresa; solo que no como él lo había imaginado.

Ya se le había acabado el dinero y vivía en su Lexus 1999. Cuando el gerente de Dojo solicitó a un voluntario que limpiara los baños y la cocina cada tarde a cambio de una membresía gratuita, Brooks levantó la mano.

Brooks llegó con USD 12,000 y una versión aproximada de su juego de palabras educativo. Esperaba reunir a un equipo en Dojo que lo ayudara a reconstruirlo, pero, una vez allí, no encontró ni a los desarrolladores que requería, ni un cuarto para rentar. Terminó en moteles.

Cuatro meses después, ya se le había acabado el dinero y vivía en su Lexus 1999. Cuando el gerente de Dojo solicitó a un voluntario que limpiara los baños y la cocina cada tarde a cambio de una membresía gratuita, Brooks levantó la mano.

Sin darse cuenta, había dado el primer paso para crear su empresa emergente: una compañía de limpieza que depende de lo analítico para mejorar la eficiencia y fijar los precios.

Larry Maloney, un miembro fundador de Hacker Dojo, dijo que la gente estaba inconforme con la calidad del trabajo que hacían los limpiadores antes de que Brooks se ofreciera de voluntario.

Squiffy Clean es una compañía de limpieza que depende de lo analítico para mejorar la eficiencia y fijar los precios. Foto: Jim Wilson – The New York Times.

Normalmente, dijo Maloney, el Dojo olía algo rancio, en gran medida, debido a los desarrolladores que trabajaban tarde por la noche. «Con Simon», dijo, «olía limpísimo».

No fue una hazaña fácil. El Dojo es un espacio extenso de más de 1,485 metros cuadrados. Nunca cierra y es típico que tenga al menos 300 visitantes cada día.

Después de ocho meses, la administración se deshizo de la pequeña empresa local que le hacía la limpieza y empezó a pagarle a Brooks USD 400 mensuales por sus servicios.

Ocho meses después de eso ­­–tras haber pasado unos dos años tratando infructuosamente de crear la aplicación Gadzookery– Brooks se puso a examinar seriamente el mercado de la limpieza comercial.

«Era un sector de USD 51 000 millones», que consistía, en su mayor parte, de pequeñas compañías, dijo. Brooks vio una oportunidad. La administración de Hacker Dojo estuvo de acuerdo en darle un adelanto de un mes para comprar el equipo y los suministros que necesitaba para empezar, y echó a andar Squiffy Clean en el 2015.

Existen unas 100,000 firmas de limpieza comercial en Estados Unidos hoy en día, notó John Barrett, el director ejecutivo de ISSA, una asociación gremial del sector de la limpieza en el mundo. Las 50 más grandes representan cerca de 30 % de los ingresos, según un informe sectorial que publicó Dun & Bradstreet, lo cual deja bastante espacio para que las otras firmas capturen clientes.

Seis meses después de empezar, Brooks estaba ganando suficiente para mudar su negocio del Hacker Dojo a una oficina en Palo Alto.

Es inusual en el sector que su compañía tenga alta tecnología. Recopila más de 700 puntos de datos, como el tiempo que se lleva trapear una décima parte de un metro cuadrado, y utiliza la información para mejorar y refinar sus métodos de limpieza, así como para establecer los precios.

La mayoría de las compañías de limpieza pequeñas cobran por la cantidad de horas de trabajo, pero Squiffy Clean creó un algoritmo para calcular el precio con base en los datos que recopila sobre los sitios de la limpieza.

Asimismo, la empresa también está desarrollando tecnología para evitar las demandas fraudulentas de compensaciones por parte de los trabajadores. Usará los datos para ayudarse a determinar si ocurrió algún incidente.

En comparación con otras empresas que limpian oficinas, Squiffy Clean paga, en lo general, un salario por hora más alto (alrededor de USD 17 la hora). El salario por hora medio en el sector es de USD 11.27, según la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos. También, les da acciones de la empresa a los limpiadores y hace de su seguridad una alta prioridad.

En marzo, Brooks recaudó USD 10 000 dólares por medio de Kiva, la plataforma de préstamos par a par. Squiffy Clean también tiene presencia en AngelList, la plataforma de inversiones en empresas emergentes y está en pláticas con potenciales inversionistas.

Hoy, Squiffy Clean, todavía en su fase piloto, atiende al área de la bahía de San Francisco, desde San José hasta Palo Alto. La compañía tiene cinco clientes iniciales. Su sitio web recién reestructurado da a los clientes potenciales una cotización de precio garantizado en 15 segundos, comentó Brooks.

Brooks todavía sigue enfrentando muchas de las dificultades que tienen otras empresas emergentes en la zona de la bahía, incluido un mercado laboral muy tenso.

“Todos estamos tratando de atraer a los mejores ingenieros y el sector de la limpieza no es sexi, así es que es duro”, explicó.

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